domingo, 19 de febrero de 2012

El perdón



En el perdón reconocemos que no hay dualidad o separación. El perdón es la disolución de las diferencias. El amor viene de perdonar.  Los filtros mentales que te hacen percibir de determinada forma es lo que has de perdonar.

Todo es una ilusión. Tú no estás aquí, estás en otro lugar percibiéndote aquí.

El error es una ilusión. La decisión de separarnos de Dios nos llevó a una experiencia de separación. La creación, el universo, es una proyección o sueño de la mente universal. Este universo multidimensional es ilusorio. El perdón te enseña que tus percepciones no son reales, pero son el puente a la realidad, el camino a la transformación.

Tus errores no han perjudicado tu esencia, no son reales.  ¿Para qué mirar los errores si no son reales? Porque primero hay que reconocerlos. La percepción es el estado de conciencia que ocupas aquí y ahora. No hay que negarlo ni tampoco defenderse. Podemos aceptar dónde estamos y desde allí mirar más allá de nosotros mismos.

La acción correcta es el fruto del perdón, del reconocimiento en la conciencia de tu responsabilidad, de que si no estás en paz estás eligiendo el miedo.

A través del perdón vas a desempeñar tu función. Tienes una función especial. La función es perdonar, pero la forma en que la vas a desempeñar puede ser muy diferente. Es la forma en que vas a ser feliz y vas a hacer feliz y extender el amor. El ser no tiene roles. Tú eres el ser, la vida, la conciencia; no eres un rol, pero desempeñas  un rol y lo honras.

Estamos en el buen camino si es fácil. Sostener el ataque es difícil. Dejemos que la vida se lleve sola, sin tener miedo de lo que va pasando. El milagro es el instante santo, es entregarnos al amor. Deja que te lleve tu guía interno.  

domingo, 5 de febrero de 2012

La indefensión




La indefensión es ir a ese lugar en ti que está en silencio, un lugar en el que percibes que el mundo está parado y eres un observador de tu experiencia. No es retraerse con rechazo ni rehuir el mundo, sino pararse y observar.

La indefensión es el movimiento real hacia el milagro. Reconoces que estás en conflicto, reconoces que no sabes nada, que estás en una situación imposible. Es el momento de rendición, el punto en el que reconoces que no había que hacer nada. En el momento en que te paras y ves que todo lo que te rodea es un intento de solucionar el problema desde dentro del problema, llega la indefensión. Implica un reconocimiento de lo que sientes.

De la indefensión puede emerger poder. La indefensión te puede llevar a un estado o una acción. No sabes el resultado del milagro. 

Una rendición del ego es un momento de muerte simbólica, al que uno tiene que entregarse acompañado del Espíritu Santo. Entonces puede llegar la indefensión.

El curso dice que las ilusiones no son una amenaza. La base de la indefensión es que nada real puede ser amenazado, nada irreal existe, y en eso radica la paz de Dios.

En la indefensión dejas de defender tus propios pensamientos, que son el reflejo de lo que tú entiendes de ti mismo. Lo que pienso de ti son mis pensamientos acerca de mí mismo.  El curso te pide que vacíes la copa, y que se llene de lo que tenga que llenarse.

Indefensión es mirar al otro y decir sí (acepto esto tal como es). Implica no querer mejorar tu vida. Decide no decidir (no desde la indiferencia sino desde la profundidad).

En primer lugar hay que observar lo que estás sintiendo. Creer que nuestros pensamientos son la realidad es proyección. La proyección es el deseo de que el otro sea culpable de lo que nosotros experimentamos. Porque no podemos soportar el hecho de que nosotros somos responsables de nuestra experiencia. Lo que queremos corregir en el otro es una forma de proteger nuestro ego.

Todo es decidido desde un lugar que desconoces, el tomador de decisiones. El inconsciente y el inconsciente colectivo es el que elige. ¿Qué es lo que está decidiendo en mí? Si fueras tú, podrías dejar de hacerlo. No puedes alcanzar el milagro pensando. Deja de decidir y reconoce que quien decide eres tú, pero que le estás entregando el poder de decisión a quien no sabe nada (el ego). No queremos seguir eligiendo entre ilusiones (o sustituir unas por otras), sino desprogramarnos. Tu red de opciones desde el ego es muy limitada, aunque creas que eliges tu vida. El curso va en dirección contraria para que vuelvas atrás y deshagas.

Estamos confiando en algo que no conocemos. La confianza en lo desconocido te abre a todo lo real y transformador. 

Existe una intuición de que la mente superior no puede tener contenidos. Podemos llamarlo vacuidad o paz. El estado (calma, felicidad…) no es la esencia, sino la manifestación. Dios es abstracto, indefinible. Todo lo que tiene forma/contenido es ilusión.

Tenemos que ver cuáles son los obstáculos, es decir, discriminar entre lo que es miedo y lo que es amor. Sumido en el miedo sólo escoges entre ilusiones, aunque pienses que una es correcta y otra incorrecta. Como las variables entre las que eliges son ilusorias es mejor elegir no elegir. Tendremos que perdonar todas las ilusiones, reconocer que estamos equivocados e ir a Dios con las manos vacías.

El ego te dice que su programación (lo que tú piensas) es a veces bueno y a veces malo. Te dice que debes juzgar a tu propio programa para que sea siempre bueno. Cuando lo juzgas, te quedas estancado en tu programa. No sales nunca de tu limitación.

Juzgar tus ideas te da sensación de poder. Pero juzgarte implica que te vas a castigar.
Reconoce que no te puedes juzgar, pues no te has creado a ti mismo.

Nos corregimos a nosotros mismos con culpa y enfermedad. Si atacamos sufrimos (por culpa) o enfermamos (cuando es inconsciente). Hacemos real el error. Perpetuamos el sueño de separación como perpetrador y víctima.

Lo que me separa del otro son las ideas que tengo acerca de él. El otro sólo es mis pensamientos.

En la indefensión, la experiencia es de unión.  La indefensión significa que no voy a corregirme a mí mismo ni a mi hermano. Si quiero ser inocente debo dejar de corregir a mi hermano (es un ataque).

El camino de la transformación pasa por aceptar. ¿Quieres cambiar algo? Acéptalo. Lo demás viene solo.