Nuestra estructura psíquica define el sello de nuestra
realidad. Nuestro comportamiento es el resultado de nuestra manera de pensar, y
siempre justificamos nuestros pensamientos y nuestra experiencia.
Hemos generado unos mecanismos de defensa o
amortiguadores psicológicos como formas de sobrevivir en el mundo. Éstos varían
según el tipo de personalidad. En la medida en que nos protegemos generamos
capas de defensa que, a la vez que nos protegen del mundo, no permiten la
sanación de la mente. Nuestros mecanismos de solución –pensamientos- perpetúan
el problema, son proyecciones o soluciones mágicas, en términos del curso, que
perpetúan los mecanismos del ego. En realidad no hay solución en el nivel del
ego -dentro del mundo- porque se ha separado de la fuente.
La proyección es la forma en que la mente cree expulsar
la culpa afuera, lo que hace para no sentirla. La estructura del ego
tiene un trasfondo de miedo que nos encauza a sentir culpa o inocencia. Esta
polaridad es la forma en que la mente humana está configurada. Para negar
nuestra experiencia de culpa usamos la proyección. No podemos sentir toda la
culpa que sentimos por miedo a que nos destruya; lo que hacemos es atacar a los
demás como forma de supervivencia.
Detrás de la idea de separación hay miedo. Si no hay amor
-unidad- hay miedo. La culpa es el mecanismo de defensa de la mente ante el
miedo. La proyectaré hacia fuera o hacia mí mismo. Me ataco también a mí porque
creo que mi mente está fuera. El miedo es mi proyección atacándome a mí o al
otro. La mente hace una proyección, que es una forma de solucionar desde el ego
un problema que yo mismo he generado.
Las adiciones, proyecciones preferidas o patrones se
manifiestan en una experiencia humana universal, que según el curso es miedo, culpa -para no sentir el miedo- y
resentimiento -porque ves que estás sufriendo y que no has resuelto nada con
culpa.
La aceptación total -de que la causa de mi experiencia
soy yo- es perdón. La indefensión es una de las grandes herramientas para
llegar al perdón. Es reconocer que no podemos salir de la mente con los
pensamientos de nuestra mente. Lo primordial es reconocer nuestras ilusiones
(porque no estamos sintiendo nuestra culpa/miedo). Observar los pensamientos,
mirar nuestra herida, el sufrimiento, los patrones del ego, examinar las
ilusiones. Miramos a nuestras ilusiones hasta donde podemos, sin forzarnos. Luego
reconocemos que no podemos dar una solución en la estructura de nuestra mente, porque
es la que crea el problema. Reconocemos que no somos el ego. Después viene la
indefensión: el lugar para la oración y petición de ayuda: Padre, dime qué
pensar, qué hacer, a dónde ir, porque yo no sé nada.
La conciencia trae la sanación. El ego oculta la
conciencia con la culpa, creyendo que así compensa algo. La propuesta del Espíritu santo
es que le traigas la verdad de tu mente -la oscuridad- y en lugar de culpa, pongas
conciencia. Poner conciencia no es negar. El Espíritu Santo no va a sanar nada
que tú no le hayas mostrado. No eres tú quien peca y no eres tú quien perdona. Peca
el ego, perdona el Espíritu Santo -a través de ti.
Nosotros queremos salvar a los demás a causa de nuestra
culpa. Creemos que porque nosotros tenemos culpa el mundo sufre. La culpa es el
modo en que el ego te dice que resuelves el hecho de que no sientes amor. El
ego piensa que corrige y cura cualquier cosa. La experiencia diferente es el
amor. Es la experiencia nueva que queremos tener y que buscamos a través de las
adicciones de nuestra mente -haciendo siempre lo mismo-. En el momento en que tienes una experiencia de amor con
una mente humana deja de ser amor -queda aprisionada-. La mente sufre por la
separación y busca motivos para amar; entonces ya ha metido al amor en una
prisión.
Las leyes del mundo -del ego- y las leyes divinas son dos
formas de moverse en el mundo. El curso no dice que el mundo no importe. La
finalidad del curso es convertir este sueño en un sueño feliz en tu mente. Que
esta pesadilla sea un sueño feliz. Que el ego sea intervenido por el amor.
El plan del curso es personalizado. ¿Qué te dice el Espíritu santo
a ti? Lo que te inspira a hacer es una metáfora de la salvación, lo representa
todo. Como seres conectados con el Espíritu santo -la parte sana de la mente
que nos inspira-, lo que te dicte será personal. El Espíritu santo no enseña en
la forma, aunque tú actuarás en la forma. El amor pasa por donde puede, por
donde te dejas -como el agua.
No es éste un mundo diseñado por Dios para que aprendas
(no tiene nada que ver con Dios). Pero en este mundo/laberinto hecho para que
estés separado del amor se filtra el Espíritu Santo y lo aprovecha para hacerte
salir. Aprovechará lo que te pasa, todo lo que le das, para sacarte del
laberinto. ¿Cómo aprovecho yo cualquier cosa que me pasa durante el día, en
este momento? ¿Cómo el amor aprovecha eso? No pasa nada hasta que empezamos a
ver.
La culpa es el remedio o plan de expiación del ego. No
nos defiende ni nos protege. No nos deja reflexionar ni avanzar. La culpa
elimina la pregunta, la auto indagación. Te dice que el problema está fuera. O
que sientes culpa por ser como eres, lo que equivale a desear estar en otro
lugar. Ante esto reconocemos que no podemos hacer nada y nos asentamos en la indefensión.
Reflexiona, observa con ternura hacia ti mismo, sin
culpa, con paz y calma. Cuando sientas incomodidad pregúntate: ¿qué he hecho
que Dios no hubiera hecho, o qué he dejado de hacer que Dios hubiera hecho? La
conciencia es pedir al Espíritu santo o a Dios ver algo con Él, verlo juntos.
La santidad te usará a tu manera, con tu vehículo (el ego no quiere que sea a
tu manera). Planta un concepto –pregunta- en tu mente espiritual y caliéntalo
(no pensándolo con la razón) en tu meditación/silencio para que se abra como
una semilla.
"...Que el ego sea intervenido por el amor."
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