La indefensión es ir a ese
lugar en ti que está en silencio, un lugar en el que percibes que el mundo está
parado y eres un observador de tu experiencia. No es retraerse con rechazo ni
rehuir el mundo, sino pararse y observar.
La indefensión es el movimiento
real hacia el milagro. Reconoces que estás en conflicto, reconoces que no sabes
nada, que estás en una situación imposible. Es el momento de rendición, el
punto en el que reconoces que no había que hacer nada. En el momento en que te
paras y ves que todo lo que te rodea es un intento de solucionar el problema
desde dentro del problema, llega la indefensión. Implica un reconocimiento de
lo que sientes.
De la indefensión puede
emerger poder. La indefensión te puede llevar a un estado o una acción. No
sabes el resultado del milagro.
Una rendición del ego es
un momento de muerte simbólica, al que uno tiene que entregarse acompañado del Espíritu
Santo. Entonces puede llegar la indefensión.
El curso dice que las
ilusiones no son una amenaza. La base de la indefensión es que nada real puede
ser amenazado, nada irreal existe, y en eso radica la paz de Dios.
En la indefensión dejas de
defender tus propios pensamientos, que son el reflejo de lo que tú entiendes de
ti mismo. Lo que pienso de ti son mis pensamientos acerca de mí mismo. El curso te pide que vacíes la copa, y que se
llene de lo que tenga que llenarse.
Indefensión es mirar al
otro y decir sí (acepto esto tal como es). Implica no querer mejorar tu vida. Decide
no decidir (no desde la indiferencia sino desde la profundidad).
En primer lugar hay que
observar lo que estás sintiendo. Creer que nuestros pensamientos son la
realidad es proyección. La proyección es el deseo de que el otro sea culpable
de lo que nosotros experimentamos. Porque no podemos soportar el hecho de que
nosotros somos responsables de nuestra experiencia. Lo que queremos corregir en
el otro es una forma de proteger nuestro ego.
Todo es decidido desde un
lugar que desconoces, el tomador de decisiones. El inconsciente y el
inconsciente colectivo es el que elige. ¿Qué es lo que está decidiendo en mí?
Si fueras tú, podrías dejar de hacerlo. No puedes alcanzar el milagro pensando.
Deja de decidir y reconoce que quien decide eres tú, pero que le estás
entregando el poder de decisión a quien no sabe nada (el ego). No queremos seguir
eligiendo entre ilusiones (o sustituir unas por otras), sino desprogramarnos. Tu
red de opciones desde el ego es muy limitada, aunque creas que eliges tu vida.
El curso va en dirección contraria para que vuelvas atrás y deshagas.
Estamos confiando en algo que no conocemos.
La confianza en lo desconocido te abre a todo lo real y transformador.
Existe una intuición de
que la mente superior no puede tener contenidos. Podemos llamarlo vacuidad o
paz. El estado (calma, felicidad…) no es la esencia, sino la manifestación. Dios es abstracto,
indefinible. Todo lo que tiene forma/contenido es ilusión.
Tenemos que ver cuáles son
los obstáculos, es decir, discriminar entre lo que es miedo y lo que es amor.
Sumido en el miedo sólo escoges entre ilusiones, aunque pienses que una es
correcta y otra incorrecta. Como las variables entre las que eliges son
ilusorias es mejor elegir no elegir. Tendremos que perdonar
todas las ilusiones, reconocer que estamos equivocados e ir a Dios con las
manos vacías.
El ego te dice que su
programación (lo que tú piensas) es a veces bueno y a veces malo. Te dice que
debes juzgar a tu propio programa para que sea siempre bueno. Cuando lo juzgas,
te quedas estancado en tu programa. No sales nunca de tu limitación.
Juzgar tus ideas te da
sensación de poder. Pero juzgarte implica que te vas a castigar.
Reconoce que no te puedes
juzgar, pues no te has creado a ti mismo.
Nos corregimos a nosotros
mismos con culpa y enfermedad. Si atacamos sufrimos (por culpa) o enfermamos
(cuando es inconsciente). Hacemos real el error. Perpetuamos el sueño de
separación como perpetrador y víctima.
Lo que me separa del otro
son las ideas que tengo acerca de él. El otro sólo es mis pensamientos.
En la indefensión, la
experiencia es de unión. La indefensión
significa que no voy a corregirme a mí mismo ni a mi hermano. Si quiero ser
inocente debo dejar de corregir a mi hermano (es un ataque).
El camino de la
transformación pasa por aceptar. ¿Quieres cambiar algo? Acéptalo. Lo demás
viene solo.
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