martes, 3 de enero de 2012

El amor


Sólo el amor de Dios es la salvación. Y sólo se puede descubrir el amor quitando los obstáculos a su conocimiento.  En la medida en que te conoces a ti conoces el amor, y viceversa. Y una vez conocido, es en lo que te conviertes.

El amor de Dios es una experiencia que lo abarca todo y lo acepta todo tal como es; te recuerda que no necesitas una forma específica de solución, y a la vez atrae la solución perfecta específica. Te deja en una sensación de unión y silencio.

Es necesario que tengamos una experiencia del amor de Dios a través de buscar el instante santo. Es un instante en que nos rendimos ante el amor, es un lugar de comunión con el otro. Aparece en la medida en que te dispones a perdonar. La relación santa es  la expresión del instante santo; es ofrecer la relación al Espíritu santo para que intervenga y se valga de ella para sus fines. Entonces aparece un cambio de propósito radical en esa relación. Te relacionas con el amor a través de tu hermano.

La experiencia del amor no necesita entrenamiento, no necesita nada, sólo pedirla honestamente y con humildad. Cualquier ser de la creación puede experimentar el amor de Dios ahora. Lo único que necesitas para resolver cualquier dificultad es el amor de Dios. Es la visión y la fortaleza.

Nuestras ideas sobre el amor nos confunden,  son un obstáculo. No podemos amar por nuestra cuenta. Un amor humano nunca va a ser suficiente.  El amor de nuestra alma está delimitado  por nuestros canales creativos y de comunicación. Pero podemos pedir una experiencia de amor, sabiendo de dónde partimos  y haciéndolo a un lado.

El curso busca la indefensión; no sabes nada, lo que percibes no tiene significado, no conoces el propósito de nada… Este conocimiento deshace el personaje del ego. Esto es paralelo a una experiencia inmediata que puedes convocar ahora. El entrenamiento es para que en el momento de vacío pidas la mirada del amor, la visión. Si no estás entrenado no lo ves y pides otra cosa. A través del entrenamiento se transforma la mente para que el Espíritu santo se pueda expresar a través de todas nuestras relaciones.

Con la visión del amor podemos ver los conflictos y crecer con ellos. La mirada del amor es fortaleza. Cuando experimentas el amor eres el amor, y no necesitas comprender. Para convocar la mirada de la inocencia o de Jesús tenemos que dejar de ver con nuestros ojos.

Para ir al amor se requiere conciencia y atención. En la atención convocas la presencia, la conciencia, haces lo que se requiere aquí y ahora. En el amor no hay inercia. Hay atención, presencia y disposición a servir. Convocar el amor es servir. Rendirse. El Espíritu santo va a comunicar amor a través de ti por el hecho de rendirte.

La solución es el amor de Dios. Para todo.  Necesitas atención, y pedir sentir el amor de Dios -el milagro o perdón-. Olvídate de perdonar tú.

El milagro es algo en la mente, no en la materia. Pasan milagros continuamente, porque continuamente el ego pone obstáculos al amor. Pedimos el milagro de que los obstáculos desaparezcan. El entrenamiento es para que la mente pida milagros continuamente y se alinee con Dios.  La mente entrenada -la mente en oración- es importante para sostener la experiencia del amor y para expresarla en la vida.

Puedes pedir el milagro de ver e interpretar lo mismo de siempre de otra manera. No pides que cambie algo externo, pides la visión. Cuando eso pasa, ves al otro inocente. La relación especial es transformada realmente cuando proteges al otro de tu ego. Te conviertes en el guardián de la inocencia de tu hermano, y la conservas para él.

El amor transforma el mundo entero. Transforma todo tu pasado. Todo hacia atrás y hacia delante se despeja. Si lo que pides es amor, tiene que pasar -estoy dispuesto a experimentar amor en estas circunstancias-. El resto son consecuencias del amor.

Esta vida es un sueño sin densidad real. Por eso el sufrimiento o la enfermedad no son un camino hacia Dios, aunque los aprovechas. Dios no te da los problemas para que lo encuentres a Él.  Puedes ir a Él directamente. No estamos en un juego divino donde las dificultades nos llevan a casa, sino en un juego macabro que no tiene la pretensión de llevarnos a casa. Vamos a ir a pesar del juego -que nos quiere distraer-. Todo, el ego lo usará para perdernos y el Espíritu para encontrarnos. El Espíritu santo aprovechará lo que hay  para sacarnos del ego.

Una vida de dicha es fruto de tener la mente alineada con la voluntad de Dios -el amor-. Cuando estamos alineados con Dios  nos hemos realizado en la Tierra.
La única función en este mundo es perdonar o corregir errores, es decir, alinearnos con Dios y pedir el milagro. Cuando quieras culpar al otro, pregúntate: ¿esto es amor o es un ataque?

La distancia entre nuestro ego y la realidad ya se salvó. No hay que hacer nada. Sólo hacerse cargo de estar orientado. La percepción siempre es una interpretación de lo que está sucediendo.  Puedes renunciar al enfado, al resentimiento…y decir: Padre, yo me oriento hacia ti.

Cuando te comprometes ante Dios al amor eterno sientes su fuerza siempre igual dentro de ti, es un vínculo sagrado. Nosotros somos la representación de la divinidad. La inocencia está en una frecuencia que no interactúa con el mundo y no puede ser tocada. Dios guarda ese lugar, y tus errores quedan fuera.

Jesús dice: vosotros invitadme a todo lo que hagáis, y todo estará tocado por el amor.
Que tu vida sea una esperanza. Pídelo, inventa tu rezo. Entrégalo todo al Padre. Y escucha.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por este artículo que es mucho más que eso, es la esencia de sentir muy hondo nuestro Propósito de Amor. ¡Felicidades por recordarnos el sendero de la Paz!

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