martes, 22 de marzo de 2016

MEDITACIÓN SOBRE EL PERDÓN


                                                                             Imagen tomada de: stillnessproject.com

Esta meditación, hecha a conciencia y con sinceridad, puede conducirnos a profundas sanaciones internas, al comprender que podemos liberarnos –a nosotros y a nuestros hermanos–, en cualquier momento, de cualquier pensamiento de ataque. Intenta, ante todo, reconocer con claridad qué juicios estás emitiendo, y aceptar que no los quieres, pues te están aprisionando y te mantienen en el infierno: el estado mental en el que gobierna el miedo y la sensación de separación. Queremos liberarnos de estos pensamientos de ataque pues queremos la paz, que es nuestro estado natural. Para ello, sin embargo, tenemos que traerlos a la conciencia.


1.       Siéntate cómodamente en tu cojín de meditación o en una silla, con la columna erguida pero sin tensión. Respira algunas veces, con plena conciencia, de manera natural. Escudriña tu mente en busca de las personas contra quienes guardas más resentimientos. Luego piensa en todas las personas a quienes aprecias y amas, y en los resentimientos aparentemente insignificantes que abrigas contra ellas. Date cuenta de que emites juicios no amorosos contra todas las personas, por mínimos que sean.
2.       Escoge a dos o tres personas de cada grupo –los que amas y los que no amas–, intentando que tu elección sea lo más neutra y al azar posible, sin excluir conscientemente a ninguna en particular (si sientes la necesidad de trabajar y sanar tu relación con una persona en particular, concéntrate sólo en ella).
3.       Toma clara nota mental de todos los juicios o pensamientos no amorosos que les guardas a cada una de estas personas. Intenta traer sus rostros frente al tuyo y observarlos, uno por uno, mientras traes a tu consciencia los pensamientos no amorosos que les guardas. Di por ejemplo: “María, pienso que eres vanidosa, manipuladora, orgullosa y agresiva”. Intenta ser lo más sincero posible con respecto a estos pensamientos. Recuerda que no debes tener miedo de ellos, pues son juicios que provienen del ego o la creencia en la separación, por lo tanto no son reales. Intenta no obstante no excluir ningún pensamiento..
4.       Reconoce que estos pensamientos no amorosos te están aprisionando a ti y a tu hermano. Una vez hayas tomado nota de tus juicios, dile a cada uno de ellos: “Te libero de todos mis juicios y pensamientos no amorosos (que eres agresiva, vanidosa, orgullosa y manipuladora, por ejemplo). Me doy cuenta de que estos pensamientos me encadenan y te encadenan. Nos los quiero”. Ahora mantente muy atento. Siente cómo esta decisión sincera libera una gran cantidad de energía y permite, tranquilamente, que emerja la paz.
5.       Dedica los últimos minutos de esta meditación a aquietarte y mantenerte muy atento a tus cambios internos. Si sientes la necesidad de seguir trabajando una relación en particular, hazlo. Si te distraes, recuérdate a ti mismo que tu deseo, profundo y real, es liberar al mundo y a tus hermanos de todas las cadenas que les has impuesto. Puedes repetir la siguiente frase, si te resulta útil: “Libero al mundo y a mis hermanos de todos mis pensamientos de ataque”. Permite que esta decisión se convierta en un hábito de tu mente.

MEDITACIÓN SOBRE EL PERDÓN
Basada en Un curso de milagros

Rodrigo Restrepo Ángel

Escuela de Un curso de milagros


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viernes, 27 de febrero de 2015

Abre tu mente un instante

Pedimos el milagro al querer pensar de otra manera. Dios respeta tu mente; tienes que querer dejar de fabricar tus mundos. 

De la creencia sale el pensamiento y de ahí la emoción. Al decir que quiero ver esto de otra manera no entregamos las emociones sino las creencias. Reconocemos que hemos salido del Uno y hemos proyectado. Pedir verlo de otra manera significa estar dispuesto a ver de una forma que no imagino. Si la imagino ya la estoy proyectando. 


El milagro sucede si estoy dispuesto a abrir una rendija de buena voluntad. Para que entre otra mentalidad debo estar dispuesto a soltar la mía un instante. 

-Extracto de una clase de Isabel Solana-

martes, 10 de febrero de 2015

La humildad


No nos opongamos a nuestra función. No fuimos nosotros quienes la establecimos. No fue idea nuestra. Se nos han proporcionado los medios para llevarla a cabo perfectamente. Lo único que se nos pide es que aceptemos nuestro papel con genuina humildad, y que no neguemos con un aire de falsa arrogancia que somos dignos de él. Poseemos la fuerza necesaria para hacer lo que se nos pide llevar a cabo. Nuestras mente están perfectamente capacitadas para desempeñar el papel que nos asignó Uno que nos conoce bien. 
UCDM- Lec.186.2  

lunes, 2 de febrero de 2015

La percepción correcta



La salvación no es otra cosa que "mentalidad recta", que aunque no es la Mentalidad-Uno del Espíritu Santo, se debe alcanzar antes de que la Mentalidad-Uno pueda ser reinstaurada. La mentalidad recta conduce automáticamente al siguiente paso, ya que la percepción correcta está completamente exenta de cualquier forma de ataque, y, por lo tanto, la mentalidad errada desaparece. El ego no puede sobrevivir sin hacer juicios, y, por consiguiente, se le abandona. La mente tiene entonces una sola dirección por la que avanzar. La dirección que sigue es siempre automática, pues no puede sino acatar los dictados del sistema de pensamiento al que se adhiere.

UCDM-T-4.II.10

lunes, 26 de enero de 2015

La vida con sentido

Al pedir el milagro de poder interpretar de una manera verdadera empezamos a dejar de confiar en el miedo como consejero. Lo que experimentes cuando interpretes la vida sin la mirada de tu ego te va a dejar sin dudas de que eso es lo que buscabas y lo que eres.
Deja tus verdades, tus opiniones. En el instante santo, por momentos soltarás tu ego, no estarás atrapado en el personaje, y verás con los ojos del amor. 


miércoles, 28 de noviembre de 2012

El compromiso con la vida



Comprometerse con la vida significa tomarla tal como es, y que más allá de lo que nos suceda dejemos de luchar, contra la vida y contra nosotros mismos.

Nuestra experiencia vital es una representación del mundo. Al abrazarla tal como es estamos abrazando, perdonando al mundo. No se trata de resignación ni de pretender transformar nuestra vida para que sea mejor, sino de asentir a ella tal como es, observando nuestras resistencias, sin tratar de estar feliz todo el tiempo.

Al conectarte a la vida pese a todo, estás llevado por la corriente y las cosas se vuelven fáciles.

Tomar la vida como es, es igual a aceptarse uno mismo tal como uno es. No desde el conformismo, que conlleva resentimiento, sino desde el asentimiento a este momento.

Cuando estás conectado con la vida tomas el dolor cuando lo hay. Aprendes en lugar de luchar y quedar resentido. Para una verdadera transformación, primero tiene que haber aceptación, asentimiento a lo que ya es. Y si hay dolor, confirmar el hecho de que te duele. Al reconocer lo que está en ti tomas fuerza. Sobre eso uno se puede transformar, sobre el autoengaño, en cambio, no.

martes, 15 de mayo de 2012

La voz verdadera

La emoción es un mensajero.

En nuestra mente existen muchas voces, todas crean un mundo imaginario, nos dan una percepción inventada, excepto una  que nos muestra un mundo real.

A la voz que obedecemos le ofrecemos nuestra vida. Y sabemos si escuchamos a la voz que nos cuenta la verdad por cómo nos sentimos.

¿Cómo me siento? Con esta pregunta te tomas el pulso para saber a qué voz estás escuchando.

Da igual si estás apático o furioso, si tienes un ligero malestar o estás profundamente deprimido, no existen niveles, en todos los casos estás escuchando una voz falsa. No es necesario dejar de oír las voces falsas, sólo identificarlas como tales y no creerlas.

Cuando te sientes en paz, ligero y expandido, es que escuchas a la verdad y no das credibilidad a las demás voces.

Cuando se muestren las emociones no las temas. Ellas te dan información, te indican qué voz crees. Cuando sientes te das cuenta de por dónde anda tu vida. Por eso es necesario tomarse el pulso constantemente -¿cómo me siento?-. De las voces no verdaderas de mi mente, ¿a cuál estoy dando crédito?

La unidad y el amor son lo único que proviene de la voz verdadera. Es un sentimiento de expansión, de ser grande, de abrazarlo todo. Si te sientes de un modo bello y armonioso, en paz y dicha, estás escuchando la voz de Dios.

Cuando el ego deja paso al amor todo en el mundo se tiñe de esta cualidad. Entonces, a las emociones que vienen del ego simplemente las observas y las vives, sin creértelas.



domingo, 19 de febrero de 2012

El perdón



En el perdón reconocemos que no hay dualidad o separación. El perdón es la disolución de las diferencias. El amor viene de perdonar.  Los filtros mentales que te hacen percibir de determinada forma es lo que has de perdonar.

Todo es una ilusión. Tú no estás aquí, estás en otro lugar percibiéndote aquí.

El error es una ilusión. La decisión de separarnos de Dios nos llevó a una experiencia de separación. La creación, el universo, es una proyección o sueño de la mente universal. Este universo multidimensional es ilusorio. El perdón te enseña que tus percepciones no son reales, pero son el puente a la realidad, el camino a la transformación.

Tus errores no han perjudicado tu esencia, no son reales.  ¿Para qué mirar los errores si no son reales? Porque primero hay que reconocerlos. La percepción es el estado de conciencia que ocupas aquí y ahora. No hay que negarlo ni tampoco defenderse. Podemos aceptar dónde estamos y desde allí mirar más allá de nosotros mismos.

La acción correcta es el fruto del perdón, del reconocimiento en la conciencia de tu responsabilidad, de que si no estás en paz estás eligiendo el miedo.

A través del perdón vas a desempeñar tu función. Tienes una función especial. La función es perdonar, pero la forma en que la vas a desempeñar puede ser muy diferente. Es la forma en que vas a ser feliz y vas a hacer feliz y extender el amor. El ser no tiene roles. Tú eres el ser, la vida, la conciencia; no eres un rol, pero desempeñas  un rol y lo honras.

Estamos en el buen camino si es fácil. Sostener el ataque es difícil. Dejemos que la vida se lleve sola, sin tener miedo de lo que va pasando. El milagro es el instante santo, es entregarnos al amor. Deja que te lleve tu guía interno.  

domingo, 5 de febrero de 2012

La indefensión




La indefensión es ir a ese lugar en ti que está en silencio, un lugar en el que percibes que el mundo está parado y eres un observador de tu experiencia. No es retraerse con rechazo ni rehuir el mundo, sino pararse y observar.

La indefensión es el movimiento real hacia el milagro. Reconoces que estás en conflicto, reconoces que no sabes nada, que estás en una situación imposible. Es el momento de rendición, el punto en el que reconoces que no había que hacer nada. En el momento en que te paras y ves que todo lo que te rodea es un intento de solucionar el problema desde dentro del problema, llega la indefensión. Implica un reconocimiento de lo que sientes.

De la indefensión puede emerger poder. La indefensión te puede llevar a un estado o una acción. No sabes el resultado del milagro. 

Una rendición del ego es un momento de muerte simbólica, al que uno tiene que entregarse acompañado del Espíritu Santo. Entonces puede llegar la indefensión.

El curso dice que las ilusiones no son una amenaza. La base de la indefensión es que nada real puede ser amenazado, nada irreal existe, y en eso radica la paz de Dios.

En la indefensión dejas de defender tus propios pensamientos, que son el reflejo de lo que tú entiendes de ti mismo. Lo que pienso de ti son mis pensamientos acerca de mí mismo.  El curso te pide que vacíes la copa, y que se llene de lo que tenga que llenarse.

Indefensión es mirar al otro y decir sí (acepto esto tal como es). Implica no querer mejorar tu vida. Decide no decidir (no desde la indiferencia sino desde la profundidad).

En primer lugar hay que observar lo que estás sintiendo. Creer que nuestros pensamientos son la realidad es proyección. La proyección es el deseo de que el otro sea culpable de lo que nosotros experimentamos. Porque no podemos soportar el hecho de que nosotros somos responsables de nuestra experiencia. Lo que queremos corregir en el otro es una forma de proteger nuestro ego.

Todo es decidido desde un lugar que desconoces, el tomador de decisiones. El inconsciente y el inconsciente colectivo es el que elige. ¿Qué es lo que está decidiendo en mí? Si fueras tú, podrías dejar de hacerlo. No puedes alcanzar el milagro pensando. Deja de decidir y reconoce que quien decide eres tú, pero que le estás entregando el poder de decisión a quien no sabe nada (el ego). No queremos seguir eligiendo entre ilusiones (o sustituir unas por otras), sino desprogramarnos. Tu red de opciones desde el ego es muy limitada, aunque creas que eliges tu vida. El curso va en dirección contraria para que vuelvas atrás y deshagas.

Estamos confiando en algo que no conocemos. La confianza en lo desconocido te abre a todo lo real y transformador. 

Existe una intuición de que la mente superior no puede tener contenidos. Podemos llamarlo vacuidad o paz. El estado (calma, felicidad…) no es la esencia, sino la manifestación. Dios es abstracto, indefinible. Todo lo que tiene forma/contenido es ilusión.

Tenemos que ver cuáles son los obstáculos, es decir, discriminar entre lo que es miedo y lo que es amor. Sumido en el miedo sólo escoges entre ilusiones, aunque pienses que una es correcta y otra incorrecta. Como las variables entre las que eliges son ilusorias es mejor elegir no elegir. Tendremos que perdonar todas las ilusiones, reconocer que estamos equivocados e ir a Dios con las manos vacías.

El ego te dice que su programación (lo que tú piensas) es a veces bueno y a veces malo. Te dice que debes juzgar a tu propio programa para que sea siempre bueno. Cuando lo juzgas, te quedas estancado en tu programa. No sales nunca de tu limitación.

Juzgar tus ideas te da sensación de poder. Pero juzgarte implica que te vas a castigar.
Reconoce que no te puedes juzgar, pues no te has creado a ti mismo.

Nos corregimos a nosotros mismos con culpa y enfermedad. Si atacamos sufrimos (por culpa) o enfermamos (cuando es inconsciente). Hacemos real el error. Perpetuamos el sueño de separación como perpetrador y víctima.

Lo que me separa del otro son las ideas que tengo acerca de él. El otro sólo es mis pensamientos.

En la indefensión, la experiencia es de unión.  La indefensión significa que no voy a corregirme a mí mismo ni a mi hermano. Si quiero ser inocente debo dejar de corregir a mi hermano (es un ataque).

El camino de la transformación pasa por aceptar. ¿Quieres cambiar algo? Acéptalo. Lo demás viene solo. 

domingo, 29 de enero de 2012

La fe


Todo lo que tenemos que resolver en este mundo es cuestión de fe. Todo, ya que aunque parezca que las causas de nuestros conflictos son diferentes siempre se trata del mismo problema. Todo es un problema de fe, y no hay nada que la fe no pueda resolver. Con tus recursos no puedes, porque tú eres parte del problema, cualquier solución es parte del escenario del problema.

La fe es un misterio. Es un mantenerse en el no saber. Es el enlace entre lo conocido y lo desconocido. Es el poder creativo de la mente utilizando sus recursos espirituales. No es lo mismo que la confianza. La confianza es corroborar con nuestra coherencia lo que hemos experimentado como real –como cuando compruebas que el entrenamiento funciona-. La fe es otra cosa.

Todo el mundo tiene la misma fe, pero hay quien usa el poder de la creatividad para hacer una guerra, y quien lo usa para pintar un cuadro. Todos tenemos fe en unas cosas u otras. No se trata de un concepto religioso. Sin fe no podemos crear, y creamos nuestra vida mediante nuestra fe -en algo que creemos que nos dará un resultado determinado-. Con esta fe confirmamos, atestiguamos, que nuestras creaciones –nuestra vida- son reales.

Si es mental no es fe. La fe es un salto al vacío, un acto de desesperación. La fe es confiar en lo desconocido. No tenemos prueba de ello. Es una cualidad no mental (al contrario que la confianza). Es tirarse al abismo con miedo.

Cuando uno está inspirado está en un estado de fe permanente. La fe tiene más fuerza cuanto más confío en lo desconocido. No depende de mí.  Se trata  de un “Dios puede” –no mental-, o de un “Lo dejo en Tus manos”.

La fe no se pone a prueba externamente. Tu mente no logra nada poniendo a prueba lo desconocido. El amor será la prueba. Los resultados de tu fe son las pruebas de tu fe. El hecho de querer comprobar la prueba demuestra que no es un acto de fe. Si tú mismo te dices: “me voy a tirar por el acantilado para ver si tengo suficiente fe” ya te has respondido. Con el entrenamiento podemos discriminar cuándo hacemos las cosas desde un lugar o desde otro, si estamos eligiendo desde la fe en la voluntad/palabra de Dios o  la fe en el mundo/ego. Sin este discernimiento estamos viviendo y experimentando las elecciones de una forma inconsciente.

La fe y el amor van a atestiguar que estamos haciendo lo que tenemos que hacer al no hacer nada. Esto sucede por sí solo. Sigues el entrenamiento y después discriminas o reconoces los frutos, hasta que todo se convierta en un acto de fe. La fe se te concede, no depende de ti –como el perdón-. Con lo poco que sabes el Espíritu santo te enseña lo que no sabes. Enlaza la mente inferior –personal- y la superior –alma-. En el rezo invocamos la fe de la mente superior. Se obra un milagro a través de la fe –la oración nos conecta con la necesidad del milagro, y el milagro es el perdón.

 Cuando vives en el ego justificas tus decisiones, que a veces han sido tomadas desde la mente correcta y a veces no. La pregunta te lleva al ego, es el problema: si no sabes mantener el silencio en el “no sé” vas a darte una explicación.

Puedes elegir de nuevo y poner la fe al servicio del ego o del amor. Esto te salva permanentemente, hace que no te respondas y no saltes al acantilado para ver si tienes fe. No puedes juzgar. No te respondas –darte una explicación te devuelve al ego-. Te puedes mantener en la fe cuando sabes que tu elección es desde un lugar en el que no sabes. Si no sabes algo oyes la respuesta.
                                                                                                                               
Nosotros no estamos decidiendo nada. Dentro de nuestra mente superior algo nos guía. Nos entregamos a eso por la confianza en algo que no podemos tomar –en el momento en que lo tomamos se disuelve. En el momento en que hacemos del misterio de la fe algo para manipular ya está en otra dimensión.

La fe en el amor no busca lograr nada. Porque el resultado del amor es el amor. El amor es lo desconocido. En el momento en que lo hacemos conocido lo soltamos.

El curso no trata de explicar la vida, sino de que aprendamos a no pedir nada más que el amor –una visión o experiencia-. Si abrimos los ojos con Jesús  en cualquier situación de la vida veremos el amor en todo. Si la situación se transforma o no, no nos incumbe. A cada momento en que te das cuenta de que no estás viviendo el amor Jesús te dice que si miras con Él verás que todo es amor. Si interpretas con Jesús ves que todo es amor –en un ofrecimiento o en un pedido.

El curso es un atajo. Jesús te lleva para que la pesadilla –el mundo- se convierta en un sueño feliz. Notarás que tu mirada cambia y se convierte en algo que no podías ni imaginar. Convocas una mirada de amor. El amor del que habla Jesús es una interpretación deslumbrante de la realidad. Las dudas desaparecen y dejas de sufrir –parece que sufres pero te das cuenta enseguida de que no-. Es como estar en un teatro, estamos dentro de nuestra construcción, interpretando un personaje. Y el sufrimiento forma parte de nuestra construcción.
                                                                                                                                
No quieres dejar de sufrir porque el ego ocupa un lugar en el organigrama de la vida que has construido. Cuando ves que quieres seguir sufriendo puedes decidir dejar de sufrir. ¿Cómo? Mirando con amor la vida. Mirando con tu mirada fija no vas a conseguirlo.

El ser humano puede estar en este planeta y ser feliz. La plenitud existe, es algo verdadero y continuo. El amor verdadero es un hilo que continúa.

Jesús dice: “si yo ya lo he hecho y estamos unidos en la mente es como si lo hubieras hecho tú”. Los hallazgos de otro son como tuyos. Todos vamos a volver al uno, pero para ahorrar tiempo hacemos el curso. Pedimos el milagro de ver: que la mente pueda procesar la información convenientemente.

Nuestros errores reconocidos son puertas, al desvelarlos nos iluminan. Si no los reconocemos son sufrimiento. El reconocimiento de los propios errores trae compasión y humildad. Ver tu falta de conciencia, el sufrimiento que eso te trajo a ti y a otros, te da una lección de humildad. Verlo te une a todos los demás. Pero ver tus errores con el ego es fatal. Vas a pagar con culpa y no te hacen más sabio sino más resentido. Si ves los errores con el Espíritu santo te conviertes en más sabio, compasivo y bello. Mediante el curso liberamos la culpa en el amor de Dios. ¿Cuántos años estás dispuesto a sufrir para compensar todos los errores? Pensamos que el remedio es el sufrimiento, estamos equivocados en el remedio.

El mundo se salva a través de tu mirada si puedes verlo con la mirada del amor. Se hace solo, no hay trabajo. Tú pides el milagro de que se haga. La gracia del amor no la trabajamos ni hacemos, sólo la pedimos. Pedimos poder realizar el amor, y se realiza en la vida y en ti. Es un obstáculo pretender hacer y conseguir la perfección. Deja  la ansiedad del querer hacer. No lo vas a hacer. Sólo tienes que reconocer tu error y pedir el milagro. Y soltar.

El curso es un atajo, no un laberinto. Si sientes que estás en un laberinto, con esfuerzo y trabajo, no es por ahí. Te está llevando el ego, enredándote. El amor no es un esfuerzo. No hay que hacer nada, sólo rendirse. Pides el milagro de la visión, y cuando llega ves que era fácil.

El curso, o la vida espiritual, es para que lo que te pasa te dé igual, no para que no te pase. Es el milagro. Le pides al Espíritu santo que lo use para sus fines –es la creatividad que convierte cualquier cosa en algo útil i bello-. Y tu psique aprende que no le tienes miedo a la vida porque eres un Hijo de Dios. Si te preguntas “¿por qué”?, “¿qué he hecho mal?”, te responde primero el ego. 

Cuando pensamos si el amor nos servirá para algo no estamos en el amor. Dile a la vida: “aquí estoy para que me vivas”. Ábrete a la vida y la vida te sorprenderá. No te puedes imaginar lo que será tu vida si te abres al amor –si te lo imaginas lo estrechas-. En el momento en el que dices: “no me importa”…viene todo. La vida tiene más imaginación que tú.

Éste no es un lugar para perfectos, es un lugar para amantes. Pide al Espíritu santo que te diga qué hacer. Es muy inspirador que la vida te fluya y no que tú la organices. ¿Te atreves a que la vida te fluya?