Recientemente descubrí gracias a una de las reacciones típicas de mi personalidad que cada conciencia funciona por sí misma para sí misma. Parece
algo críptico dicho así, pero es algo sumamente sencillo cuando uno
repentinamente se observa desde fuera de su propia conciencia. Cuando
uno es testigo de su mentalidad.
Cada
conciencia personal o colectiva es un campo de conciencia y energía.
Un campo morfogenético. La conciencia de un escarabajo no puede pensar
como la de una lechuga. ¡Parece obvio pero no lo es! La mente de tu padre no puede pensar como la de tu hijo. Tu conciencia no puede pensar como la mía. ¡Estamos separados por nuestros campos de conciencia personal!
Y
cada conciencia se cubre a sí misma con sus pensamientos, se siente
completa, busca la satisfacción en sí misma, hace lo posible para
sobrevivir y protegerse de los otros campos de conciencia. Tiene una
función específica, y por ello simpatiza con unos tipos de conciencia y
no empatiza con otros. Puede
generar simbiosis, alimentarse de otros campos, pero siempre para
confirmar su existencia, que delimitan de su propio campo morfogenético.
Cada conciencia es lo que piensa. Si
eres una persona generosa no entenderás la avaricia; si eres
vegetariano es normal que estés en contra de los carnívoros; y por eso
a un soldado no se le puede pedir empatizar con el enemigo, si antes no
conecta con su propia humanidad, que es un campo de conciencia más
amplio y abarcador.
Y
es que cada conciencia se identifica con otros campos pero sólo en la
medida que le sirven para sobrevivir, ¡para mantener su identidad! La
identificacion es parte del mecanismo del campo para poder seguir
existiendo. No se trata pues, de dejar de ser uno mismo, en sentido de
despersonalizarse, sino de aceptar que nuestra conciencia personal es la
que es, y que puede ser afinada con una conciencia mayor, con una
mirada que podemos llamar espiritual, que no es nada más que una
conciencia que no excluye ni rechaza nada porque abarca todos los campos
como partes de sí misma. Como una madre considera a todos sus hijos
respetando sus diferencias.
Pero por qué digo esto? Porque el único modo de liberarse de nuestro egocentrismo no es dejando de tener un ego, sino
dejando de identificarse con nuestra personalidad! Tenemos un campo de
conciencia personal, pero no somos ese campo. Y no vamos a cambiarla con
un disfraz! Los campos no puedes ser transformados porque están
cerrados con un sistema de pensamiento que si no pensaran como piensan
ya no serían ellos mismos. Jonàs no quiere dejar de ser Jonàs! A eso lo
llamamos muerte. La evolución es sólo una adaptación del campo, no es
una transformación de todo el organismo, como la metamorfosis de una
mariposa.
Este
reconocimiento interno puede ser una revolución para integración real
de la coherencia, la humildad y la autoaceptación. Algo
muy liberador si lo miramos con profundidad. Por qué? Porque no podemos
hacer nada. Nada-de-nada. Mi conciencia funciona por sí misma, igual
que funciona mi aparato digestivo, mi corazón o mi metabolismo. Es un
campo que se cuida de sí mismo, que funciona automáticamente. Que tiene
su razones para existir tal como es, que busca lograr sus objetivos,
satisfacer sus necesidades.
El
problema llega cuando le atribuimos funciones que no tiene ni puede
cumplir. Cualquier manipulación en mi sistema desajusta el equilibrio
del campo, no lo ayuda realmente a transformarse. Es como una mutación,
sigue siendo una lechuga pero sabe a remolacha. ¿Cuál sería la
diferencia si seguimos siendo lo que no somos, más bonitos o más feos?
Más azules o más delgados. El Ser que somos no es un campo de conciencia
limitado porque no es algo que necesite adaptarse ni sobrevivir. Es
universal.
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