Sólo el amor de Dios es la salvación. Y sólo se puede descubrir
el amor quitando los obstáculos a su conocimiento. En la medida en que te conoces a ti conoces el
amor, y viceversa. Y una vez conocido, es en lo que te conviertes.
El amor de Dios es una experiencia que lo abarca todo y
lo acepta todo tal como es; te recuerda que no necesitas una forma específica
de solución, y a la vez atrae la solución perfecta específica. Te deja en una
sensación de unión y silencio.
Es necesario que tengamos una experiencia del amor de Dios a través de buscar el instante santo. Es un instante en que nos rendimos
ante el amor, es un lugar de comunión con el otro. Aparece en la medida en que
te dispones a perdonar. La relación santa es la expresión del instante santo; es ofrecer la
relación al Espíritu santo para que intervenga y se valga de ella para sus
fines. Entonces aparece un cambio de propósito radical en esa relación. Te
relacionas con el amor a través de tu hermano.
La experiencia del amor no necesita entrenamiento, no necesita
nada, sólo pedirla honestamente y con humildad. Cualquier ser de la creación
puede experimentar el amor de Dios ahora. Lo único que necesitas para resolver
cualquier dificultad es el amor de Dios. Es la visión y la fortaleza.
Nuestras ideas sobre el amor nos confunden, son un obstáculo. No podemos amar por nuestra
cuenta. Un amor humano nunca va a ser suficiente. El amor de nuestra alma está delimitado por nuestros canales creativos y de
comunicación. Pero podemos pedir una experiencia de amor, sabiendo de dónde
partimos y haciéndolo a un lado.
El curso busca la indefensión; no sabes nada, lo que
percibes no tiene significado, no conoces el propósito de nada… Este
conocimiento deshace el personaje del ego. Esto es paralelo a una experiencia
inmediata que puedes convocar ahora. El entrenamiento es para que en el momento
de vacío pidas la mirada del amor, la visión. Si no estás entrenado no lo ves y
pides otra cosa. A través del entrenamiento se transforma la mente para que el
Espíritu santo se pueda expresar a través de todas nuestras relaciones.
Con la visión del amor podemos ver los conflictos y
crecer con ellos. La mirada del amor es fortaleza. Cuando experimentas el amor
eres el amor, y no necesitas comprender. Para convocar la mirada de la
inocencia o de Jesús tenemos que dejar de ver con nuestros ojos.
Para ir al amor se requiere conciencia y atención. En la
atención convocas la presencia, la conciencia, haces lo que se requiere aquí y
ahora. En el amor no hay inercia. Hay atención, presencia y disposición a
servir. Convocar el amor es servir. Rendirse. El Espíritu santo va a comunicar
amor a través de ti por el hecho de rendirte.
La solución es el amor de Dios. Para todo. Necesitas atención, y pedir sentir el amor de
Dios -el milagro o perdón-. Olvídate de perdonar tú.
El milagro es algo en la mente, no en la materia. Pasan
milagros continuamente, porque continuamente el ego pone obstáculos al amor. Pedimos
el milagro de que los obstáculos desaparezcan. El entrenamiento es para que la
mente pida milagros continuamente y se alinee con Dios. La mente entrenada -la mente en oración- es
importante para sostener la experiencia del amor y para expresarla en la vida.
Puedes pedir el milagro de ver e interpretar lo mismo de
siempre de otra manera. No pides que cambie algo externo, pides la visión. Cuando
eso pasa, ves al otro inocente. La relación especial es transformada realmente
cuando proteges al otro de tu ego. Te conviertes en el guardián de la inocencia
de tu hermano, y la conservas para él.
El amor transforma el mundo entero. Transforma todo tu
pasado. Todo hacia atrás y hacia delante se despeja. Si lo que pides es amor,
tiene que pasar -estoy dispuesto a
experimentar amor en estas circunstancias-. El resto son consecuencias del
amor.
Esta vida es un sueño sin densidad real. Por eso el
sufrimiento o la enfermedad no son un camino hacia Dios, aunque los aprovechas.
Dios no te da los problemas para que lo encuentres a Él. Puedes ir a Él directamente. No estamos en un
juego divino donde las dificultades nos llevan a casa, sino en un juego macabro
que no tiene la pretensión de llevarnos a casa. Vamos a ir a pesar del juego -que
nos quiere distraer-. Todo, el ego lo usará para perdernos y el Espíritu para
encontrarnos. El Espíritu santo aprovechará lo que hay para sacarnos del ego.
Una vida de dicha es fruto de tener la mente alineada con
la voluntad de Dios -el amor-. Cuando estamos alineados con Dios nos hemos realizado en la Tierra.
La única función en este mundo es perdonar o corregir
errores, es decir, alinearnos con Dios y pedir el milagro. Cuando quieras
culpar al otro, pregúntate: ¿esto es amor o es un ataque?
La distancia entre nuestro ego y la realidad ya se salvó.
No hay que hacer nada. Sólo hacerse cargo de estar orientado. La percepción
siempre es una interpretación de lo que está sucediendo. Puedes renunciar al enfado, al resentimiento…y
decir: Padre, yo me oriento hacia ti.
Cuando te comprometes ante Dios al amor eterno sientes su
fuerza siempre igual dentro de ti, es un vínculo sagrado. Nosotros somos la
representación de la divinidad. La inocencia está en una frecuencia que no
interactúa con el mundo y no puede ser tocada. Dios guarda ese lugar, y tus
errores quedan fuera.
Jesús dice: vosotros
invitadme a todo lo que hagáis, y todo estará tocado por el amor.
Que tu vida sea una esperanza. Pídelo, inventa tu rezo. Entrégalo
todo al Padre. Y escucha.
Muchas gracias por este artículo que es mucho más que eso, es la esencia de sentir muy hondo nuestro Propósito de Amor. ¡Felicidades por recordarnos el sendero de la Paz!
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